Antes de iniciarse la Junta
General de accionista del año 2012 José Mª del Nido articulaba la frase que da
título a esta entrada. Siempre pensaba que ese día la reunión, en su
desarrollo, seguiría unos itinerarios marcados de antemano. Intuía que el
ambiente podría ser un calco del vivido en los partidos de liga en nuestro
estadio, por un lado los afines al presidente y por otro los críticos. Así sucedió
desde el principio e intentó por todos los medios posibles defender su gran
sevillismo para seguir ocupando y moviendo los hilos de la entidad, no como
primer espada, pero allanando el camino para manejar la sociedad desde el callejón, en el papel, de apoderado
de la figura principal. Este planteamiento
tenía mucho de sentido común porque la vida había cambiado y los papeles se
intercambiaron, hasta hace pocos años atrás, el Sevilla FC necesitaba a los Del
Nido, sin embargo, en estos momentos era al contrario. Hoy casi tres años
después, me doy cuenta que estaba en lo cierto sus sentimientos pasaron a un
segundo plano hacía tiempo y lo importante era no perder la posición de
privilegio que ocupaba.
En aquel auditorio recibió
ataques personales duros que fueron solventados sin el mayor problema, por dos
motivos principales: su preparación, en cuanto, conocía de antemano de donde
iban a proceder y el auditorio, en su mayoría, favorable hacia su persona. Con
respecto a las cuestiones referentes a la entidad, comprobé la debilidad del hombre
duro que perdía fuerza y veía como su prepotencia no le ayudaba en estos
instantes. Limitándose a una actuación donde intentó entonar en varias
ocasiones el “mea culpa”, satisfaciendo a los presentes con ciertas concesiones
y ofreciendo una actitud dialogante para
solucionar los distintos frentes abiertos dentro del club. El sabía que la
forma de gobernar debía ser alterada porque el hombre dominante se hacía débil
y su heredero no causaba el mismo miedo escénico que su persona.
Aunque desde mi punto de vista, en
aquella sala, se produjo un detalle que ensombreció la intervención del
presidente, aquel día. No era necesario volver a mostrar su curriculum, ni su pedigrí como socio en el
tono utilizado para resguardarse de algún comentario hiriente o para conseguir
el apoyo y constituir un nuevo Consejo de Administración. Nadie presente dentro o fuera de la sala era ajeno
a todos los éxitos que has alcanzado a lo largo del periodo de máximo responsable.
El sevillismo, durante su mandato, disfrutó de seis títulos que fueron paseados
por nuestra ciudad desde tierra, mar y aire, llegando a construir junto a su
equipo de trabajo la mejor plantilla conocida por varias generaciones de
familias rojiblancas.
No tengo la oportunidad de
asistir a estos foros de debates, puesto que, mi historial de socio de la
entidad se limita a poco más de dos lustros, mi número supera el trece mil, por
ese motivo, hoy soy yo, quien en mi rinconcito y donde tengo la palabra utilizo
el mismo argumento y le recuerdo su curriculum, del cual usted estaba
orgulloso, para que no lo maltrate y los aficionados del club de Nervión
podamos vivir tranquilo disfrutando jornada tras jornadas de este equipo
grande. Ese qué usted creo casi de la nada y lo colocó en el cielo mundial, donde no pensábamos
nunca llegar. Por lo tanto, no menosprecie, por ello, a aquellos que sienten el
escudo igual que lo sentías y demostraste en aquella junta, cuando echaste a los
invasores. No permita que ese episodio se vuelva a repetir y no se tenga que
utilizar de nuevo la frase: “qué casualidad Miguel” pero sustituyendo ese
nombre por otro.
Por último, comentarte que a cada
uno le llega su momento e igual que no adelantaste los tiempos en mayo de 1997
y dejaste que Carrión gobernara, hoy debes actuar igual y no alterar este
periodo de éxitos fomentando la discordia. El sevillismo se merece vivir en paz
la alegría de los triunfos y ya llegará el momento de tu primogénito.
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