Me apetece publicar en mi blog un artículo que redacté para el anuario de la Santa Cruz de la Calle Cabo el pasado año. Esta semana es especial porque tiene lugar un acto muy emotivo en la capilla donde se nombra a pregonero y reina de las fiestas para el próximo año. Este escrito es un homenaje a las abuelas bartolas encargadas de transmitir la devoción de generación en genración.
Para transmitir conocimientos
sobre la fe de una devoción, desde mi punto de vista, son esenciales dos
pilares sobre los que sustentar los hechos que queremos argumentar, el primero
buscar un punto de partida que tenga un fundamento sólido y el segundo la forma
de propagar y difundir dichos acontecimientos.
Sentada en el viejo sillón
almonteño me relataba una leyenda que le contaba sus antepasados sobre la
aparición de dos palos entrelazados en forma de Cruz. Después de una noche de
tormenta, la tempestad levantada, hace que el arroyo próximo al pueblo se
desborde, teniendo los lugareños que abandonar el asentamiento que ocupaban.
Una vez remitido el temporal, con la vuelta de las aguas a su cauce, se produce
el regreso de los habitantes comprobando que solo se habían ocasionado daños
materiales. En ese instante, según me narraba mi abuela, se produjo el hallazgo
del Santo Madero que fue interpretado como la señal que Dios había intercedido
por ellos, salvándolos de haber sido arrastrados por las aguas. Se puede
considerar este momento como inicio de una devoción que ha transcendido a lo
largo de varios siglos y cada mayo subleva los corazones bartolos.
Cuantas tardes he pasado a tu
lado escuchando historias en forma de cuento que cautivaba la atención de aquel
chiquillo donde la fe en la Cruz conseguía vencer a la enfermedad. Siempre me
marcó la desesperación de la tía “Mariana” cuando temiendo perder a uno de sus
hijos varones pidió auxilio al Sagrado Leño para que intercediera por él,
ofreciéndole un nuevo vestido si sanaba de su padecimiento. El milagro se obró
y la promesa se cumplió, participando junto a tus hermanas en las pedidas que
se realizaron para la confección de la
nueva prenda. Existe una corriente teológica que entiende la fe como la
convicción que lo que va a ocurrir
concluirá bien.
Contigo aprendí las coplas
antiguas dedicada a la Santa Cruz que según algunos filólogos es la más popular
de todas las formas poéticas de la lengua castellana. Compuestas por estrofas sencillas
de cuatro versos o cuartetas que expresan el sentir de un pueblo. Siempre permanecerá en mi memoria aquellas dos
letras que recitabas, una y otra vez, sin dar muestras de cansancio o
agotamiento ante la insistencia de aquel niño.
“El romero no se cría
en el Camino del Pilar.
Se cría en la Dehesa
de Doña Juana Soldán”
“Vamos al romerito,
vamos en gracia de Dios
qué está florido y hermoso
para la Cruz del Señor”
Cuanto daría por volver hacia
detrás en el tiempo, abuela, para compartir de nuevo las tertulias alrededor de
una mesa camilla, foro del sentimiento crucero, en una noche de invierno, con
su copa de cisco y ese olor a alhucema tan característico del siglo pasado junto
a las chachas Juana y Rosarito que nos hablaban
de las Salas Antiguas donde se exponía la Santa Cruz. Mientras Saturnino
exaltaba la labor de Molina en la secretaría antigua situada en la actual casa de Nebot
donde agilizaba los preparativos de una fiesta que llegaba mayo y nunca se
acababa de organizar. Sin olvidar las batallitas de Juan “El Paterón” que tanto
atraían la atención de los más pequeños, desde sus viajes a Ceuta en busca del “Tercio”
hasta los programas de radio que realizaba desde Sevilla con el periodista Juan
Santiesteban.
No obstante, observando a mí
alrededor, hay veces que me entra la duda si el tiempo pasa inexorablemente o
se detiene. He comprobado casi cuarenta años después que aquel niño se hizo
mayor, sin embargo, el viejo sillón almonteño continua en el mismo lugar y la abuela sigue sentada con sus mismas
canas y su espíritu inquebrantable narrando a sus cuatro nietas la leyenda de
la aparición de la Santa Cruz, contando
las historias en forma de cuento o recitando las coplas antiguas. Por lo tanto,
puedo concluir por mi propia experiencia que pasaremos las personas pero
siempre estará la abuela que transmitirá la religiosidad crucera de generación
en generación cumpliéndose el segundo requisito para que perdure la fe en La
Santa Cruz de la Calle Cabo por los siglos de los siglos.