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martes, 4 de octubre de 2016

A veces aunque duela lo mas sano es decir adiós una sola vez.

Cuando la primavera tocaba a retirada en Sevilla, a finales de mayo o principio de junio, tuve la sensación que la alianza más sólida y consolidada jamás conocida formada por la aleación de gran cantidad de sentimientos encontrados comenzaba a fragmentarse. El general  que tantas batallas diseñó y planificó para conquistar la tierra prometida en forma de copa comprobó que la angustia y el sufrimiento solapaba y ganaba terreno a los momentos de gozo y disfrute, después de tantos años de triunfos, de días de gloria donde Nervión se reflejaba en el cielo azul de Eindovhen, Monaco, Glasgow, Madrid, Barcelona, Turín, Varsovia y Basilea, se dio cuenta que había llegado el momento de la despedida, de tomar una nueva ruta donde volver a sentirse libre de tanta responsabilidad.

Entiendo y comprendo que el agobio se apodere del  ejecutivo que trabaja en una entidad donde cada año se exige más y gran parte de la afición ha perdido el respeto a ganar títulos, son muchos los que piensan que llegar a una final es algo fácil, que pasear una copa por las calles de Sevilla es como la feria de abril que viene cada año cuando el olor a azahar se adueña de la vieja Híspalis. Hasta hace una década las críticas y elogios era un coto reducido al profesional de la comunicación y entorno cercano pero la sociedad actual nos permite interaccionar con facilidad mediante las redes sociales y es imposible vivir ajeno a ellas. Se pierde la intimidad y no se puede ignorar todo los comentarios que se realizan.

Además, aunar profesión y devoción es complejo porque nunca llueve a gusto de todos y siempre hay momentos donde el seguidor de Pizjuán te ve como uno de los suyos y te trata de igual a igual. Sin embargo, cuando las victorias se convierten en derrotas eres la diana donde clavar los dardos y las palabras balsámicas se convierten en mensajes llenos de virus tóxicos que merman el tanque de la felicidad. El inconveniente es que poco a poco ese depósito se va vaciando y cada vez es más dificultoso cubrir ese déficit. Los sueños se convierten en pesadillas y lo cotidiano se convierte en monótono, se necesita cambiar de espacio, de lugar, de gente y de buscar nuevas experiencias donde ensayar sensaciones desconocidas.

Por lo tanto, yo te libero de tu contrato y veo razonable que un día digas adiós porque es lo más sano cuando se hace en el instante justo y de la forma adecuada pero por favor te pido que no me hagas sufrir leyendo constantemente que tu ciclo se acaba porque esa incertidumbre no la puedo soportar. A mí me duele que el León de San Fernando, el mejor en su demarcación, nos deje, puesto que, será la perdida más grande de la entidad en este siglo, por encima de jugadores, técnicos y presidentes que escribieron renglones de gloria en el libro de oro del Sevilla FC y no supieron cerrar página. Yo deseo que tu salida sea por la Puerta Grande del Sánchez Pizjuán y el día que esto suceda quiero que las gradas estén repletas de sevillistas porque despedimos a la persona que nos devolvió a la grandeza del pasado.