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viernes, 30 de octubre de 2015

Veinte años del gol de Suker a Olimpyacos.

Puede que dentro de dos décadas nadie celebre o recuerde el gol de M´Bia en Valencia o el de Gameiro en San Petersburgo, entonces se volverá la vista atrás para recuperar las imágenes de Rakitic en Turín y Fernando Navarro en Varsovia levantando al cielo la copa que nos cambio la vida en Mayo del 2006. En la actualidad, igual que dentro de veinte años el aficionado sevillista vivirá de recuerdos. Nunca faltarán evocaciones a tiempo pasado porque un club se mueve por su historia que estará llena de episodios épicos y en función del momento una acción se magnificará más o menos. A mediado de los noventas nuestros títulos estaban huérfanos de trofeos. No encontraremos nunca sus huellas en el museo del club.
 
Un 31 de octubre de 1995, la Sevilla rojiblanca albergaba la posibilidad de seguir aumentando su palmarés. En el mítico Pireo griego, nos esperaba un infierno, era la época donde todo estaba permitido en la grada, los partidos se ganaban más en la tribuna que en el terreno de juego, la presión se hacía insoportable y pocos árbitros eran capaces de sobreponerse a ese ambiente. El sobreaforo estaba permitido las bengalas hacían acto de presencia y el humo invadiendo el césped suponía una estampa muy común en aquella parte del viejo continente. El Olimpyacos adquiría rango de equipo grande y el miedo a ser derrotado invadía el barrio de Nervión, motivo, por el cual, una victoria representaba una gran gesta.
 
El Sevilla FC intentaba recuperar la calma después de la tempestad del verano, Escobar y Caldas tomaban protagonismos en un equipo que concurría con un gol de ventaja conseguido por el canario Juanito en el descuento del partido de ida celebrado en el Sánchez Pizjuán. La conquista de Grecia significaba para el sevillismo  ganar en serenidad y creer en un técnico de la casa, Juan Carlos Álvarez, ascendido del filial en sustitución del portugués Toni. La primera parte concluyó con empate a cero. Sin embargo, con el paso de los minutos el equipo blanco se hacía más vulnerable, tenía miedo a encajar un gol, hecho que sucedió cuando el reloj marcaba el dígito setenta y dos. La prorroga se veía como mal menor pero a los tres minutos de iniciada un pena máxima ponía en ventaja al Olimpyacos, a partir de ahí, la épica hace acto de presencia.
 
Dicen que nuca se rinde, es un lema que ha convivido desde 1905 ó 1890 con el Sevilla FC, en el 110 el colegiado señala un falta muy lejana, siempre he pensado que ese fue el motivo por el cual  la concedió. El mago de Osijek se apodera del balón mira la portería y coloca la pelota en el único lugar donde la estirada del portero se hace inútil. El gol dio lugar a una foto que reviví después en Donetsk, la carrera de Palop con el brazo levantado, me hizo rescatar la de Rafa Paz aquel final de octubre. El gesto de ambos es idéntico, la alegría se refleja en la cara de los dos con la misma expresión.
 
En definitiva, ha pasado bastante tiempo, he visto ganar ocho títulos con marcas que están guardados en el corazón del Pizjuán, sin embargo, yo seguiré celebrando estas efemérides porque estos recuerdos me hacen ver lo grande que somos ahora.    

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