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martes, 10 de marzo de 2015

Los cimientos de las peñas sevillista en Huelva.


“Llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza”. Paul Geraldy.

Con estas líneas quiero evocar el nacimiento de la primera peña sevillista de la provincia de Huelva con motivo del encuentro anual que se celebrará este fin de semana en la localidad de Cartaya. También aprovecho para homenajear a sevillistas como tíos Manolo y Juan, Antonio Pineda, Paco Calvo,  Alfonso “El  Botica”, Antonio “El Cochero”,   y los hermanos Moya protagonistas principales junto a otros paisanos de este capítulo de la historia sevillista en nuestra localidad y provincia.
En los pueblos del interior de Andalucía era muy frecuente en las noches de verano reunirse en corrillos o grupos donde dependiendo del lugar y  las personas que lo conformaban el tema de conversación podía ser muy diverso. El paso del tiempo y las nuevas costumbres hacen que estas tradiciones hayan desaparecido del paisaje actual, aunque quede en el recuerdo de aquellos niños que hoy sobrepasamos los cuarentas y añoramos dichos hábitos.

Después de esta pequeña introducción y concretando más, me retrotraería a principio de la década de los setenta cuando en la puerta del casino de La Palma del Condado unos amigos que tenían en común su afición por el futbol, además, de unos sentimientos muy definidos por un equipo donde predominan los colores rojo y blanco se congregaban  para disfrutar de una copa de vino de la tierra, al concluir la jornada de trabajo. De aquella tertulia deportiva fue naciendo una idea que comenzó a dar vueltas en  el pensamiento de estas personas que cada noche, en el verano del 73,  se reunían para conversar y tratar la actualidad diaria de nuestro equipo. Todos tenían la ilusión de crear y formar una peña sevillista en este rinconcito de Huelva donde las vides forman parte principal del paisaje de nuestros campos.
En ese momento, se daba la circunstancia que se encontraba trabajando en los juzgados del pueblo un sevillano muy aficionado a nuestros colores, apellidado Vaz, padre del anterior capitán de los Armaos de la Centuria Macarena, que junto a los sevillistas del lugar comenzaron a hacer realidad las aspiraciones de fundar un pequeño Nervión en este Valle. Fueron meses de duro trabajo solo recompensado por el deseo y anhelo de ver consumado el sueño.

En medio de las conversaciones para engendrar la peña y con los pasos muy adelantados surge la necesidad de dar nombre a la nueva sociedad. Se presentan varías propuestas  relacionadas con aspectos referentes al pueblo o de glorias pasadas del club. Con todos estos surgen divergencias hasta que un componente del grupo expone la idea de llamar a la peña “Pedro Berruezo”, futbolista que meses antes había fallecido en el estadio de Pasarón cuando el Sevilla disputaba un encuentro de segunda división. Con esta sugerencia desaparecieron todas las discrepancias y por unanimidad se acepto la proposición.

A principio del 74 en una noche primaveral del mes de abril el proyecto se convirtió en realidad,  en una pequeña sede de la calle Rábida, se veía cumplida las aspiraciones de unos románticos del futbol y  de nuestro escudo. Desde aquel día nunca ha faltado en las calles palmerinas el símbolo representativo del club más grande de nuestra tierra. La peña ha pasado por momentos mejores y otros menos buenos pero nunca ha perdido su nombre y estatus dentro nuestro club.
En la Federación de Peñas Sevillistas  quedará para siempre constancia, gracias a los tertulianos,  la figura  de este prometedor deportista que fue internacional en las categorías inferiores de la selección española y vio truncada su trayectoria por una muerte inesperada, dejando a su mujer embarazada de un niño que treinta y cinco años después volvió a pisar el estadio donde su padre jugó sus últimos minutos.

Después de cuatro décadas y levantar los cimientos del “peñismo onubense”, se siguen citando cada mañana y tarde, aunque el grupo sea más reducido porque algunos marcharon al tercer anillo, para seguir departiendo sobre el mismo hilo conductor, sólo hablan de futbol y de lo verdaderamente importante, es decir, lo que ocurre en el terreno de juego. Ellos no entienden las nuevas formas de tertulias deportivas en las redes sociales, ni los principales temas de discusión, no conciben el protagonismo adquirido por ciertos personajes que no han pisado el césped y se creen que han inventado o  descubierto algo nuevo.
Con esta reflexión pretendo realizar un homenaje a aquellos sevillistas que durante tanto tiempo pusieron su granito de arena para conseguir los éxitos del presente, que domingo tras domingo llenaban nuestro estadio sin conseguir nada a cambio, que vivieron momentos de crisis económicas teniendo que poner una cuota extraordinaria para fichar a Bertoni y nunca perdieron la ilusión. Pero sobre todo los admiraré por las lecciones de sabiduría que nos dan a cada momento. Espero continuar la línea marcada por estos grupos de amigos, basándome en lo verdaderamente importante el amor a unos colores por encima de cualquier circunstancia.

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