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sábado, 27 de septiembre de 2014

La hipocresía del españolito.

Han pasado veinte años, desde aquella noche, cuando al volver a casa escuché a un ferroviario, ya cansado de batallar, decir  a un político novel, en la puerta de una casa del pueblo, que en España no se defendían ideologías o principios, solo el bienestar de cada uno y de su bolsillo. Esa expresión y la forma de referirse de aquel hombre se quedaron grabadas en mi memoria y siempre la he tenido presente por la indignación que presentaba al realizar el comentario.

Con el paso del tiempo, compruebo, que sus palabras tienen, cada vez, más carga de razón. En esta sociedad donde vivimos solo importa lo de cada uno, aunque se intente demostrar lo contrario. No defendemos unos ideales, sino luchamos por la protección de nuestro pequeño Reino de Taifas. Pienso que es el momento de quitar caretas y dejar ver la realidad.

Esta reflexión viene a colación por una situación vivida el pasado viernes antes de iniciar la carrera "Nocturna del Guadalquivir". He de reconocer que sentí indignación al observar como para salvaguardar la escuela pública fue necesario mencionar a la escuela concertada o privada. El sistema público y concertado pueden convivir perfectamente, porque uno no excluye al otro, además la constitución española ofrece la posibilidad de acogerse a uno de los dos, según convenga a cada individuo.

Por mi forma de entender la vida, soy de la opinión que el puesto de trabajo se dignifica con la dedicación y el esfuerzo diario para conseguir los objetivos planteados, no con parodias de mal gusto o el color de una camiseta. Si analizamos la situación, en realidad, no se defiende un sistema público, se intenta salvaguardar un puesto de trabajo que con los recortes, debido a la mala gestión del dinero, está sufriendo cambios que afectan a los trabajadores y sus condiciones laborales. La defensa de lo público no solo implica  el campo de la educación sino también el de la sanidad, no es justo defender uno y criticar el otro.

Por lo tanto, no nos engañemos en esta sociedad cada uno peleamos nuestros intereses que están por encima del sistema público o privado. No podemos ver las desventajas de una enseñanza concertada o privada cuando, en el mismo momento, alabamos los beneficios de una sanidad privada que no se quiere abandonar de ninguna de las maneras.

Con este artículo, no quiero criticar los sistemas público o privado porque creo en la libertad de elección como promulga la constitución española, solo intento desnudar las vergüenzas del que no entiende que en la vida buscamos, la mayoría de las veces, el beneficio propio.       

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