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domingo, 13 de septiembre de 2015

De la pizarra al césped.

Han transcurrido dos meses, desde aquella primera quincena de julio, cuando el sevillismo contaba los días para comenzar la liga. Nadie quería esperar, no importaba saltarnos la pretemporada, la ilusión y la confianza desatada por el trabajo de Monchi estaba por encima del papel del entrenador, no era necesario el trabajo de campo, puesto que, de la pizarra al césped el trayecto es pequeño. Todo parecía perfecto, solo faltaba que el balón empezara a rodar para ver caer las victorias como la fruta madura. En el folio el aficionado comprobaba el poderío de la plantilla, al colocar dos onces de nivel uno titular y otro suplente. En ningún momento se pensó que el equipo hay que armarlo y llevarlo del papel al campo. Hay entra en juego el papel del Unai Émery para alcanzar el equilibrio y poner cordura.
 
Cada uno en la vida es esclavo de sus palabras y yo lo soy, no me cuesta reconocerlo. Personalmente, fui duro con el técnico vasco al concluir el partido disputado frente al R.C. Celta de Vigo en la temporada 2013-2014, incluso, me atreví a pedir su dimisión. El tiempo me puso en mi sitio y me demostró que no es correcto hablar en caliente y es necesario esperar un periodo para pedir cuentas. Aprendí que la confianza en un proyecto o una persona no se pueden perder en un instante. Hoy mi forma de actuar con un profesional que ha demostrado de sobra su capacidad para dirigir este proyecto es distinta, yo no pongo en duda su potencial para guiar a este plantel, sino que lo defiendo contra todo aquel que escondido o resentido desea el fracaso del proyecto para aumentar su ego.
 
Pienso que esta temporada tenemos mejor plantilla pero nos va a costar más esfuerzo conseguir el bloque. Las bajas de este año son más importantes que las del curso anterior. Se ha perdido consistencia en el centro del campo con la marcha de M´Bia, la seguridad en la parte central de la defensa por las bajas y, además, Carlos Bacca disimuló estos problemas del inicio pasado con sus goles. No veo tanta disparidad en el juego en la actualidad y el del pasado ejercicio por esta época. En definitiva, la diferencia radica en la pelotita, que este año nada más ha querido entrar una vez y no se ha conseguido ninguna victoria.
 
Siempre he pensado que el éxito se distancia del fracaso de forma directamente proporcional al trabajo y esfuerzo realizado para conseguir los objetivos y, precisamente, yo esta faceta no la pongo en tela de juicio porque creo en la dedicación del cuerpo técnico y en la calidad de los jugadores. Ahora solo falta que la afición siga pensando que los sueños del la pizarra se pueden extrapolar al terreno de juego porque potencial hay para desarrollar todo ese fútbol dibujado en el papel en el césped, aunque no pensemos que va a ser fácil. Por lo tanto, deleguemos en estos profesionales nuestras ansias de triunfos y disfrutemos de los logros conseguidos porque el martes, después de seis años, las estrellas volverán a visitar el Ramón Sánchez Pizjuán. 
 

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